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EL HEART EN LA PALABRA

Preciosidades criollas

Ilán Stavans



Anatole V. Lyovin, que imparte cátedra en la Universidad de Hawaii en Manoa y que por años se ha ocupado de la clasificación de las lenguas de todo el mundo, define los idiomas criollos y pidgins como aquellos que resultan de un choque o yuxtaposición de dos o más lenguas y culturas. Luego de leer varias obras de Lyovin, me da la impresión que el lingüista, cada vez que puede, hace lo imposible por ser ecuánime y no agredir verbalmente a aquellas personas que utilizan idiomas no del todo estandarizados. De ahí que no defina las lenguas criollas a base de reducciones. Es decir, nunca dice que estamos ante una simplificación del francés o del ruso o del japonés. Pero al buscar en mi diccionario bilingüe –publicado por la Universidad de Oxford– un equivalente en español de la palabra pidgin, no solamente no encontré ninguno sino que, por desgracia, me topé con la frase siguiente: el pidgin es la "versión simplificada o rudimentaria de una lengua, usada como lengua franca".

En su libro An Introduction to the Languages of the World (1997), Lyovin explica que los idiomas criollos y pidgins son el resultado de circunstancias históricas determinadas. Aquí sí siento la necesidad de quejarme: ¿acaso no lo son también el resto de las lenguas? El lingüista lista casos específicos: el turismo, la proximidad geográfica, el comercio mercantil, las invasiones militares y el traslado de mano de obra barata de una región a otra. Luego ofrece una lista de "lenguas en contacto" que el propio Lyovin anuncia como parcial. (Confiesa, además, que su fuente de información principal es la entrada de John R. Rickford en la International Encyclopedia of Linguistics, titulada "Pidgins and Creoles").

Puesto que ni tengo el espacio ni el tiempo suficiente para detenerme todos y cada uno de los cuarenta y siete ejemplos, me limitaré a unos cuantos. De Europa, el lingüista hace mención del Gastarbeiterdeutsch, que era el idioma de los trabajadores itinerantes que llegaban a Alemania en las décadas del cincuenta y sesenta, cuando ocurrió el boom económico, sobre todo en la mitad occidental del país. Al parecer, el número de hablantes de Gastarbeiterdeutsch fluctua ampliamente. De Asia, Lyovin menciona el macanés, que es una variante del portugués utilizada en Macao, antigua colonia de Portugal, pero que hoy también utilizan unas 4.000 personas en Hong Kong. De África, se hace mención del pidgin de Nigeria, empleado por un alto número de gente que lo considera su lengua materna. De Oceanía, Lyovin habla del chavacano, también conocido como zamboangeño, cuyas raíces provienen del español –aunque hay quienes lo describen como vinculado al portugués– y que se habla en la región de Mindanao y en otras partes del archipiélago de las Filipinas. El número de hablantes es de 280.000.

En las Américas, el lingüista hace referencia al criollo de la Luisiana, hablado por unas 40.000 personas; a la variante del francés que se utiliza en algunas islas en las Antillas por unos 192.000 parlantes; al inglés de una de las Guayanas al que recurren unos 700.000 individuos; al papiamento de las Antillas holandesas que hablan unas 262.000 personas; y lo mismo a los más de seis millones que emplean el criollo de Haití. De paso, Lyovin menciona los pidgins de Dakota del Norte, Belice y las Bahamas. Su lista también incluye la jerga mobilia, una mezcla del inglés, francés y español usada en la sección estadounidense del Golfo de México que, según Lyovin, desapareció hace más de un siglo.

Parte de los ejemplos ofrecidos es de estructura reconocible. En otros casos predomina la inestabilidad sintáctica. Me apena mucho saber que jamás tendré la oportunidad de escuchar de forma directa apenas un puñado de estas preciosidades. Las que he oído son una fuente de inspiración. Su espontaneidad es del todo admirable.

Lyovin no se anima a dar una cifra total de los hablantes de idiomas criollos pero un conteo aproximado me hace pensar –de manera conservadora– que se trata de una cifra de unos 25 a 30 millones.

Por cierto, el spanglish está ausente de la lista ofrecida por el lingüista. Sin embargo, también éste es el resultado de la proximidad geográfica, los negocios, las empresas bélicas, la migración laboral y el turismo. Algunos casos importantes: en 1848, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo que coronó la Guerra México-Americana, la región del suroeste de los Estados Unidos dejó de formar parte de México. ¿Cuánta gente vivía en esos territorios que incluyen Arizona, Nuevo México, Colorado y lo mismo Tejas y California? Nunca me he topado con una cifra concreta. Tales regiones estaban escasamente pobladas, Aún así, entre centros urbanos y zonas rurales supongo que habría unas 400.000 personas. Luego del tratado empezaron las migraciones, seguidas al final de la época decimonónica por otros acuerdos y enfrentamientos bélicos, sobre todo en el Caribe. Ni hablar del siglo XX y del nuestro.

¿Cómo miran al mundo los criollos? Como un lienzo inacabado, impuro, en eterno estado de transformación. Por supuesto, se trata de uno y el mismo mundo; lo único que cambia es la percepción que tenemos de él. ¿Son las ideas y palabras criollas menos legítimas que las expresadas por un hispano-parlante típico en Madrid? Y las emociones criollas, ¿son menos profundas que las nuestras, debido a que esa gente no tiene un Quijote y nosotros sí?

 

Ilán Stavans tiene la cátedra Lewis-Sebring en Amherst College.

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