EL HEART EN LA PALABRAEl Jangueo
Ilán Stavans 
En las zonas públicas de Holyoke, Massachusetts, donde predomina la población 
hispana de extracción puertorriqueña, me he topado con frecuencia con un anuncio 
peatonal que en sus múltiples repeticiones ya da la impresión de ser ubicuo: No 
jangueo. La ortografía varía de un lugar a otro, pero nunca su énfasis: he 
reconocido las variantes jangueo y hangueo, nunca con acento, aunque 
por su pronunciación, que rompe el diptongo, debería llevar uno en la e (No 
janguéo); y en un deletreo menos predecible, la palabra la he visto escrita 
también como hangeo.  
No se trata de un término limitado geográficamente al nordeste del país. Se 
nos aparece con igual insistencia en el suroeste y en la Florida. Hay que decir 
que ésta es una de esas expresiones en spanglish cuya extensión territorial 
es de tal modo ilimitada, que no es sorpresivo escucharla asimismo en las calles 
de San Juan o de la Ciudad de México. Esta insistencia es aún mayor en el Internet, 
donde está por doquier y que, por su formato de pasatiempo infinito, es en sí 
una invitación al jangueo. 
 Leo en un diario matutino puertorriqueño: “Una de las actividades favoritas 
de la región es el jangueo en los malls […]”. Dentro de los Estados Unidos, 
lo he oído en programas televisivos y en reportajes radiales tanto en español 
como en inglés, por no hablar de canales donde el spanglish impera sin 
rival alguno. He visto la palabra en un sinfín de ocasiones en obras literarias 
de amplia y mediana difusión, cuyos autores incluyen a Piri Thomas y Ernesto Quiñones. 
 
¿Cúando apareció históricamente? Los ejemplos que he encontrado se remontan 
más allá de la década de los sesenta, aunque su impacto en la conciencia colectiva 
es probablemente de esa época. Sea como sea, es parte ya del legado universal. 
Sin embargo y como sospechará mi lector, la edición reciente del Diccionario 
de la Lengua Española no da espacio al jangueo, aunque estoy seguro de que 
la inclusión del vocablo, en sus varias modalidades (sustantivo, verbo) no tardará 
demasiado en encontrar su lugar en esa empresa imperial que se remonta al Diccionario 
de Autoridades y cuya eficacia y respetabilidad depende cada vez más de su 
flexibilidad ante el paso del tiempo. Hay que decir que el Diccionario Clave 
de uso del español actual, por lo general menos inquisitorial en su aproximación 
al spanglish también lo excluye (incluye términos como brokerage 
y happening y no parece obsesionado con el arte de “limpiar” el lenguaje 
de presuntas impurezas). Janguear viene del verbo en inglés to hang out. 
Se trata de una expresión de jerga callejera que se escucha en todas las ciudades 
del país, entre todas las clases sociales. No se utiliza en su acepción tradicional 
de tender o colgar (to hang the lines out) sino que significa to reside, 
to dwell, que se traduciría al español como pasar el rato, perder el tiempo, 
divertirse. A la pregunta What you’re up to?, se responde Nothing really, 
just hanging out. 
En el idioma de Shakespeare to hang out no es una expresión reciente. 
Charles Dickens la usa en Pickwick Papers y también es frecuente en Mark 
Twain. J.E. Lighter, en el segundo volumen de su extraordinario Random House 
Historical Dictionary of American Slang de 1997, ofrece un par de docenas 
de ejemplos del siglo XIX y XX. Define hangout como un festín o un entretenimiento, 
e igualmente como un sitio de dudosa reputación frecuentado por una o más personas 
(that’s the hangout we go to) y, en su desarrollo léxico, como un domicilio 
particular (it’s my own private hangout). Estas acepciones dan muestra 
de la enorme vitalidad de la expresión en inglés. Las variantes incluyen to 
hang out there, hang out cool y let it all hang out. 
Casi la misma vitalidad uno la encuentra en el spanglish. Como sustantivo 
de género masculino, el jangueo se define como la acción o efecto de janguear. 
Janguear, que se conjuga de forma regular (yo jangueo, nosotros jangueamos…) implica 
pasar el rato sin la atención fija en un sitio determinado. Pero en spanglish 
no existe, hasta ahora por lo menos, alguna variante que convierta a la acción 
en un sitio: una especie de “janguería”. Nunca he escuchado ese término, ni tampoco 
he oído a un hablante de spanglish referirse a su hogar como “my own jangueo”. 
De la misma manera, nunca me he topado con la expresión “la janguiada” para referirse 
a una sesión determinada y circunscrita de jangueo. 
Hace unos días, un par de muchachas poltorras —e.g. puertorriqueñas— 
hablaban en spanglish un restaurante. Una le dijo a la otra: 
—Wátchale, carnal. ¿En qué andas? 
La otra respondio: 
—You know, jangueando, como siempre.  
Este intercambio es representativo. El jangueo de tal forma una expresión típica 
del spanglish que se ha convertido en una especie de extresión estereotípica 
entre adolescentes. A veces tengo la corazonada de que no hay diálogo posible 
en spanglish sin mencionarla por lo menos una vez. De allí que no sea para 
nada emblemático el que el anuncio de Holyoke al que me referí al principio de 
esta columna aparezca ya en una sintáxis spanglizada. No se dice “Se prohibe janguear”, 
ni tampoco “Prohibido el jangueo.” La estructura de la frase viene del inglés: 
No biking o No littering. ¿Pero por qué el anuncio no dice No 
hanging out? Es fácil responder: Hanging out es una acción efectuada 
por cualquier norteamericano, mientras que el arte de janguear es únicamente del 
dominio hispánico. Destila su propio sabor: algo tiene de recreo, de jolgorio 
y de pasatiempo, pero ninguna de estas palabras va a ser un sinónimo. Y eso es 
porque ya sea de forma celebratoria o condenatoria, esta actividad surge del choque 
—quizás deba escribir “del jangueo”— de dos culturas diametralmente distintas.  
  
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