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EL HEART EN LA PALABRA

Webeando

Ilán Stavans

Leí estos días en The New York Times que el congresista brasileño Aldo Rebelo, a mediados de abril del año en curso, había propuesto una legislación que aspiraba a prohibir en el Brasil el uso de palabras del inglés en el habla popular carioca. Su país, para aquellos que no lo sepan, es el más grande de la América Latina, con un total de 170 millones de habitantes. ¿Cuántas palabras en su portugués nativo utiliza una persona cualquiera en São Paulo en un solo día y cuántas en la lengua de Shakespeare? La empresa del político es quijotesca: el mero sueño de controlar el flujo y reflujo de términos como mall, video market, hot dog, milkshake y drive-in es tan difícil como el de colonizar Marte en patineta. Le molesta que se diga sale cuando existe liquidação. El congresista, tengo entendido, no se opone a los anglicismos ya canonizados en algún diccionario, que, al pasar de los años, quizás hayan deteriorado la lengua de su ídolo, Machado de Asís -quien, de más no está decirlo, era de extracción racial mixta-. Su furia está dirigida a los términos que provienen directamente del inglés y que tienen equivalente en portugués y que él juzga una enfermedad odiosa. El portuñol, según da la impresión, no preocupa a nadie; es el inglés, y en especial el inglés norteamericano, el que deambula por las calles de Río de Janeiro vestido de colonizador.

Queda claro que invitar al congresista a chatear sería visto como una injuria, -lo que en el spanglish más prosaico se describe con como "el acto de añadirle sal al injury"-. Sin embargo, chatear es lo que quisiera hacer con él, sin éxito, debo añadir, porque no hay rastro de él en la Web. El verbo chatear, en spanglish, ese refiere una conversación que comprende un switcheo de códigos, un ir y venir del inglés y el castellano. No es lo mismo que "conversar", que, dice el Diccionario de la Real Academia Española, es "hablar una o varias personas con otra u otras", y asimismo, "vivir, habitar en compañía de otros". Chatear, pues, es el tránsito verbal bilingüe que denota la experiencia multicultural de sus hablantes.

Es precisamente del arte de chatear en lo que pensé cuando me topé con la noticia acerca del congresista mientras webeaba. Mi intención no es la de mantener un diálogo sin ton ni son, sino el de ir más allá de las palabras. Eso sólo puede lograrse en la Web, donde el lenguaje es verdaderamente infinito. La Web, sobra decirlo, es la Red pero nadie que yo conozca en los Estados Unidos se refiere al Internet como "la Red", como lo hace la gente en España, por la simple razón de que en inglés la expresión I’m using the Net no se acostumbra, por lo menos no con la misma frecuencia con que se escuchan las voces Internet y Web.

No es lo mismo chatear que webear: el primer vocablo anuncia un diálogo entre "spanglishparlantes" de carne y hueso, e.g., entre personas "en hardcopy"; la segundo actividad se refiere al surfeo o el ejercicio de navegar la Web, cuyas variantes a veces implican el chateo entre dos o más webearios pero que por lo general implica mucho más: shopear, wachear una subasta o un partido de ajedrez, o simplemente browsear sin objetivo alguno.

Mucho se ha escrito en los últimos meses en los ámbitos hispánico y anglosajón acerca del spanglish, y más específicamente, acerca del cyberspanglish o spanglish cibernético. Esta variante es de enorme candencia, debido a la propagación de la Web como órgano informativo y de comunicación. A pesar de la inversión financiera del gobierno español o a lo mejor gracias a ella, el idioma de Shakespeare y no el de Cervantes es el más utilizado en el Internet, aunque la interdependencia de ambos es insoslayable. Nadie habrá de asombrarse entonces de que el cyberspanglish esté adquiriendo tanta influencia. Yo me he dedicado a recolectar centenares de palabras del Spanglish cibernético: el mouse, por ejemplo, o la window; y asimismo forwadear, attachar o attachear… O para no ir más lejos, el mentado e-mail, cuyas variantes léxicas -mailito, manuelito, emanuel, Martí, ema, webazo, seguidos de un fecundo etcétera- no dejan de acumularse. Mi asombro ante tal acumulación tiene que ver con el hecho de que el e-mail, tanto como referencia a un mensaje específico o como sistema de carteo, esta de tal manera ubicuo que una vida sin él es categóricamente impensable. Y pensar que hace ni siquiera una década nadie sabía lo que eran esos mensajes. Hoy yo he recibido ya un total de 57 emails y son apenas las 3:30 PM.

Esta ubicuidad me hace pensar en las variaciones de webear que oigo a diario. Listo unas cuantas:

Webón: Persona adulta que usa la Web.

Webonzao: Holgazán, persona que pasa la mayoría del día en la Web.

Webito: Niño astuto que a temprana edad utiliza la Web.

Webonauta: El que dice que navega por el ciberespacio. Sinónimo: cibernauta.

Webón hogareño: Aquel que a cada rato regresa a su home page.

Webones gallegos: Personas que utilizan la Web sin antes encender la computadora.

 

Hay humor en todas ellas, pero catalogarlas como un chiste es menospreciar su valor. Cada una tiene un equivalente en portugués y el congresista se divertiría mucho cotejándolas. El portugués es la séptima lengua más usada en el mundo. Pero fuera del país de Pelé, Jorge Amado y telenovelas como Xica, lo hablan unas 50 millones de gentes en lugares de África como Angola, Mozambique y Cabo Verde. Aún así, los iberoamericanos consideran al lenguaje de los brasileños es "un español mal hablado y peor escrito", según el mismo artículo de The New York Times que apareció en mi screen.

A nivel interno, la tensión en el Brasil entre el español y el portugués es candente. No hace mucho el gobierno carioca hizo oficial el estudio del castellano a nivel escolar; y el lingüista norteamericano Steven R. Fischer dijo en una entrevista controversial del año pasado que en unos 300 años los brasileños ya no hablán portugúes sino portuñol. Quizás tenga razón. Por mi parte y luego de una placentera visita a Río de Janeiro a principios de año, soy de la opinión que el impacto del inglés sobre el portugués, y también del spanglish, son casi tan importantes, si no más que la ecuación español + portugués; y que revuelos como el de Aldo Rebelo no son más que un síntoma del ímpetu imperial del idioma de Hollywood y la Casa Blanca en el mundo. Concuerdo en que el día de mañana el idioma de Eça de Queirós quizás quede como una pieza de museo, pero su sustituto, pronostico, será menos un mejunje de español y portugués y más un menáge a trois entre éstos y el inglés, no muy distinto, por cierto, a la jerga utilizada en la película Blade Runner, en la cual un Los Ángeles distrópico se comunica Dios sólo sabe en qué sistema verbal.

Estas y otras reflexiones me gustaría compartirlas con el político brasileño a través de un webazo. Pero me es imposible porque el pobre vive encerrado en el pasado precibernético: no parece ser ni un webeario, ni mucho menos estar dispuesto al chateo. Probablemente lo haga porque quiere mantenerse lejos de gentuza como yo, para quien la impureza es una filosofía de vida. La otra posibilidad, claro, es que a pesar de mis muchos esfuerzos, yo haya sido incapaz de hallar su dirección electrónica, mejor conocida en cyberspanglish como "su webera," prueba contundente de que la Web al tiempo que nos acerca también distancia unos a otros.

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