EL HEART EN LA PALABRAEl Spanglish en el cine
Ilán
Stavans
La historia del spanglish en el cine norteamericano
es substancial. Para una micro-historia habría que empezar, a manera de
epígrafe, con aquella frase célebre de Arnold Schwarzenegger, el
actor de origen austriaco, pronunciada en una de las encarnaciones de Terminator
segundos antes de disparar el gatillo: "Hasta la vista, baby".
En las mil y una cintas sonoras de Hollywood hechas en los
años posteriores a la carrera de estrellas de la talla de Ramón
Navarro –por cierto, hay una nueva biografía sobre él recién
publicada en inglés que lo analiza desde el contexto latino actual, Beyond
Paradise, de André Soares (St. Martin’s Press, 2002)–, la presencia
del castellano deliberadamente fallido en la pantalla norteamericana es múltiple.
Pero vale preguntarse: ¿Es prudente describir los dimes y diretes de Marlon Brando
en ¡Viva Zapata! (1952) como spanglish, o los destapes lingüísticos
de Orson Wells en Touch of Evil (1958)? Mi objetivo en esta columna no
es el de polemizar, al menos no en esta ocasión. Me interesa notablemente
menos la manera en que los gringos ofenden al sacrosanto español que las
estrategias que utilizan los directores, guionistas y actores latinos con relación
al spanglish. Algunos de estos artistas se reconocen como exiliados latinoamericanos.
Otros son inmigrantes que llegaron a El Norte por razones económicas. Y
otros miembros más de la segunda o tercera generación latina al
norte de la frontera con México.
Propongo, pues, esta lista anotada:
Empezaré con Zoot Suit (1981), de Luis Valdéz,
sobre el famoso incidente en Los Ángeles en los cuarenta, en que una ganga
de jóvenes mexicanos fue atacada por marineros. El resultado del alboroto
fue el juicio legal, ante los ojos del público, del pochismo en
general. Valdéz también es el responsable de La Bamba (1987),
donde el filipino Lou Diamond Phillips interpreta el papel del trágico
rocanrolero Ritchie Valens. Esa última cinta no abunda en diálogos
sincopados en spanglish pero sí Zoot Suit. Edward James Olmos
interpreta un mítico pachuco en esta película clásica y su
idioma, obviamente, está repleto de pochismos.
Otro caso fundamental es El Súper (1979), de
los directores Orlando Jiménez Leal y León Ichazo, sobre la vida
del inmigrante cubano en Nueva York. La película contiene aquella frase
en spanglish que es ya ubicua: "Vacunar la carpeta". El año
pasado Ichazo, por cuenta propia, hizo una biografía fílmica del
poeta Miguel Piñero, autor de la obra teatral Short Eyes y de una
obra poética importante. La cinta se tituló Piñero (2001)
y fue protagonizada por Benjamin Bratt. Complació a algunos y enfureció
a otros, pero eso no nos incumbe ahora. Lo importante es recalcar la presencia
inevitable del spanglish nuyorriqueño en sus escenas.
A mediados de los noventa, John Sayles, a mi gusto uno de los
mejores directores de cine independiente, nos ha dado Lone Star (1996),
sobre el entrecruce entre mexicanos y anglos en la frontera entre México
y EE UU. Una parte de la trama está en spanglish. Sayles aspira
desde hace tiempo a crear una obra fílmica que sirva de mosaico de las
diferencias ideológicas, étnicas y culturales del pueblo norteamericano.
Pero ha emprendido obras que apuntan en otra dirección: por ejemplo, en
1998 hizo la que, si no me equivoco, es la primera película norteamericana
enteramente en español: Men with Guns, con Federico Luppi, sobre
la rebelión armada en Centroamérica.
En esta microhistoria que he empezado de manera juguetona también
juega un papel importante Robert Rodríguez. Él es el director de
las exitosas Spy Kids (2001 y 2002 respectivamente), donde los protagonistas
son una pareja de hermanitos chicanos de una distinguida familia de espías
en la línea del agente británico 007: James Bond. Rodríguez
ha colaborado con Antonio Banderas en casi una docena de ocasiones y vuelve a
hacerlo en estas dos cintas. Banderas, no está de más decirlo, por
lo general habla un inglés golpeado, difícil de entender. Cuando
interpreta un personaje latino, que no es el caso de las cintas de Rodríguez,
es casi imposible entender lo que está diciendo. Eso, por supuesto, no
es spanglish.
Quiero añadir a esta lista los monólogos teatrales
que ha filmado John Leguizamo, digamos Mambo Mouth (1991). En ellos el
idioma utilizado es, en una palabra, fascinante. Leguizamo es un impostor de primera:
interpreta en cada monólogo a media docena de personajes latinos, la mayoría
de ellos spanglish-parlantes con acentos y peculiaridades sintácticas
individuales. No se me ocurre un mejor promotor del spanglish en el cine
que este comediante puertorriqueño. Su último monólogo, también
con amplios ejemplos de spanglish, es sobre la relación de Leguizamo
con una mujer judía a la que ama profundamente.
Los antecedentes de Leguizamo habría que encontrarlos
en la labor humorística de Cheech Marín. Al lado de Tommy Chong
–citemos cintas como Cheech and Chong’s Next Movie (1980) y Cheech and
Chong’s Nice Dreams (1981), Marín popularizó el estereotipo
del chicano maleducado a quien le importa un comino lo que piense de él
el gringo promedio. Esa actitud es hoy ley entre los jóvenes. Los nuevos
directores latinos rinden homenaje a Marín en sus películas a través
de referencias directas o indirectas. Quizás la película más
importante de Marín, por lo menos en lo que compete al spanglish,
sea Born in East LA (1987), no porque se trate únicamente de una
muestra sugerente de lo que ocurre con las así llamadas "culturas
y lenguas cruzadas", sino porque sus ejemplos verbales son ya clásicos.
Los repiten de memoria los adolescentes latinos de una costa del país a
la otra.
Hace poco volví a ver Born in East LA. Sigue
las aventuras de un chicano que, por accidente, descubre que está "del
otro lado" –e.g., en México– sin un pasaporte estadounidense que le
permita regresar legalmente a su país. La película otra vez me pareció
divertida. Vi también West Side Story (1961), que en castellano
se llamó, en un arranque de kitsch, Amor sin Barreras. Si bien el
spanglish utilizado en esta cinta es prácticamente inexistente,
el meollo de la trama –una recreación de Romeo y Julieta en Nueva
York, en la lucha juvenil entre anglos y puertorriqueños– está,
en espíritu al menos, absolutamente spanglishada.
Otras dos películas merecen mención: Alambrista
(1973), dirigida por Robert Young, a mi gusto un ejemplo de primerísima
calidad del cine latino. Esta es también la primera película de
Edward James Olmos, que aquí aparece de borracho en una escena cuya duración
es de apenas unos minutos. El spanglish en este experimento de Young sirve
de trasfondo a la aventura del trabajador mexicano migratorio. Asimismo, Young
dirigió The Ballad of Gregorio Cortés (1983), también
con Olmos, sobre el forajido en la frontera en la segunda mitad del siglo XIX.
Su desventura deviene de un problema de traducción, y el entrecruce de
español e inglés es clave.
Por cierto, Olmos luce un spanglish más o menos
estable en otros trabajos suyos: Stand and Deliver (1988), sobre el maestro
de matemáticas Jaime Escalante, y la enfadosa Selena (1997), con
la debutante Jennifer López, sobre el fatídico incidente que terminó
con la vida de la cantante tejana.
La crítica no se cansa de repetir que hasta la fecha
la película latina más popular es El Norte (1984) de Gregory
Nava, sobre dos hermanos guatemaltecos que viajan de su pueblo olvidado a la Gringolandia
multicolor y laberíntica. Esta película se asemeja mucho a Alambrista,
incluso en el uso del spanglish y también a Nueba Yol (1996),
de Ángel Muñíz.
Para terminar, diré que en los últimos meses
el filme Real Women Have Curves (2002) de Patricia Cardoso ha tenido éxito
de la crítica y de taquilla. Como algunas de las otras cintas que he mencionado,
su formato es bilingüe, con subtítulos en inglés para el público
norteamericano.
A lo largo de los años me han caído en las manos
los libretos de algunas de estas películas. La manera en que los directores
deletrean ciertas palabras o la sintaxis que siguen en sus diálogos no
es desconcertante: escriben lo que oyen y oyen lo que escriben.
En fin, esta lista mía ni es exhaustiva, ni está
completa. Me he limitado a un puñado de ejemplos. Es probable que en España
y en las Américas estos títulos que he dado sean casi del todo desconocidos.
Esta ignorancia a veces se extiende a la misma población hispánica
en Norteamérica. Es una lástima. Si bien la historia completa del
cine latino en los Estados Unidos está por escribirse, y dentro de ella,
el acontecer del spanglish como vehículo de comunicación
y también expresión de la identidad colectiva, el material a nuestra
disposición es ya abundante. Quien le eche un vistazo se dará cuenta
de que en Hollywood las voces latinas vienen siendo registradas desde hace décadas.
Ilán Stavans tiene la cátedra
Lewis-Sebring en Amherst College.
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