EL HEART EN LA PALABRAContradanza
Ilán
Stavans
La controversia en derredor al spanglish se manifiesta
de forma múltiple, incluyendo los ataques ad hominem que me llegan
a mí y a otros intelectuales y académicos del tema. El correo electrónico
facilita este tipo de comunicación. En los últimos años,
y en especial como reacción a esta columna, que se reproduce en varios
periódicos de América Latina, y más en los últimos
meses, a raíz de la inminente aparición de Spanglish: The Making
of a New American Language (HarperCollins), he recibido docenas de mensajes
ofensivos. A veces estos comentarios llegan a la página de "Cartas
al Editor" en revistas y periódicos internacionales. Hace tiempo los
vengo coleccionando, aunque, con el paso del tiempo, entiendo que los recortes
en el cajón son apenas una fracción de los muchos que han visto
la luz y cuya frecuencia es tal que prefiero dejar de contra.
A continuación, un ejemplo cualquiera. Por razones obvias
lo ofrezco a la imprenta de manera anónima:
Me da asco saber que hay personas como usted
que se siguen empeñado en tratar de acabar con un idioma tan hermoso como
lo es el español. No puedo creer que haya en el mundo personas que quieran
seguir protegiendo el supuesto espanglish que buen daño le hace al idioma.
¿A usted le gustaría que sus hijos hablaran
espanglish en lugar de hablar un correcto español? Creo que no, pero ya
me quedan mis dudas de qué tan brillante puede ser una persona que defienda
semejante atentado al idioma. No sé dónde
salió semejante monstruo, pero lo que sí sé y lo tengo seguro
es que es un anti-hispano como lo son muchos americanos, y no es por que odie
a los hispanos, sino que está atentando contra nuestro idioma. Que
desgracia tener personas como usted dentro de la comunidad hispana.
Algunos amigos míos han venido a llamar este tipo de
agresiones como "contradanza," e.g., una explosión de
furia en respuesta al Latin Beat que hace del spanglish un vehículo
de comunicación omnipresente en la calle y los medios norteamericanos.
Por cierto, hace poco la marca de pasta dentífrica Colgate lanzó
una campaña de anuncios televisivos en spanglish. Ésta se
suma, entre muchos otros proyectos publicitarios, a la nueva línea de tarjetas
de Hallmark Cards en esta jerga, a la venta desde hace meses en las metrópolis
de mayor concentración latina al norte del Río Bravo.
Hablan como quieren, aunque
no siempre quieren lo que hablan. La educación es clave: a muchos hispanos
les disgusta el spanglish. |
Entiendo perfectamente la razón por la cual mi corresponsal
contradanzante me ha escogido a mí como blanco de ataque. ¿Ante quién
más podría quejarse? Quizás les escriba también a
los CEOs de las corporaciones de Colgate y Hallmark, de quienes, supongo, la posibilidad
de recibir una respuesta directa y honesta es remota. Y si los ejecutivos se dignaran
a responderle, ¿se dignarán a darle la verdad? ¿Le dirán que se
disculpan de todo corazón pero que la campaña publicitaria está
diseñada para vender el producto a un núcleo de población
cuyo acontecer diario ocurre en spanglish? Esa, obviamente, sería
una respuesta que mi corresponsal preferiría no recibir.
De sobra está decir que, en la mayoría de los
casos, tampoco yo respondo a críticas como ésta. ¿Acaso hacerlo
traería algún beneficio? Del tono que utiliza mi corresponsal se
deduce que lo que busca no es el diálogo. No respondo porque para mí
la investigación de la historia y disyuntiva sociolingüística
del spanglish no es un asunto personal sino intelectual. Amo profundamente
al español, al inglés, el hebreo y el yiddish, los cuatro idiomas
que contribuyeron a mi formación intelectual. En mi libro autobiográfico
On Borrowed Words: A Memoir of Language (Penguin) discuto la relación
individual que tengo con cada uno. Enfocar nuestra atención en el spanglish
es, lo repito una vez más, una obligación de nuestra generación
de investigadores al porvenir. Es fundamental iniciar un análisis concienzudo
del fenómeno. Mientras mejor lo entendamos, más rápidamente
sabremos de dónde viene y adónde va.
Los opositores sugieren que si ignoramos el fenómeno
del spanglish, tarde o temprano desaparecerá. La idea, obviamente,
es absurda: el spanglish, sobra decirlo, surge de la necesidad. Pensar,
al revés, que proviene de la pereza colectiva es una forma de ceguera.
En este sentido, hay quien dice que los hispanos en los EEUU hablarían
un castellano puro y correcto si tan solo se dignaran a apreciarlo, si no sucumbieran
a la flojera de nombrar las cosas por su nombre. Pero la enorme mayoría
de los 37 millones de latinos son de extracción humilde. Su nivel educativo
es bajo. Lo que es peor, para poder sobrevivir en Norteamérica necesitan
trabajar día y noche. ¿De dónde sacar esas horas extra para aprender
la gramática y sintaxis? Tal como se manifiesta a diario, su idiosincrasia
lingüística es inquietante: hablan como quieren, aunque no siempre
quieren lo que hablan. La ecuación es clave: a muchos hispanos les disgusta
el spanglish. Al español lo quieren, pero están dispuestos
a sacrificarlo, en especial la generación ya nacida en tierras de George
Washington. Pero no cabe duda que preferirían hablar mejor el inglés,
porque el inglés es la llave del éxito. Pero su orgullo étnico
les prohíbe rechazar del todo su herencia verbal. El spanglish se
convierte en la alternativa. Además, en la actualidad, hablar únicamente
inglés en EEUU es un percance para aquellos en busca de un empleo estimable.
Ser bilingüe –español e inglés– es un beneficio. Y ser trilingüe
–español, inglés y spanglish– lo es aún más.
Entre los contradanzantes, hay quien dice, asimismo, que preparar
un diccionario de spanglish o traducir una sección del Quijote,
es un hurto: esta jerga es de la gente exclusivamente; en el instante en que los
académicos se apropian de ella, la pervierten y corrompen. Concuerdo con
esta opinión, pero ¿cuáles son las opciones? ¿Es preferible no investigar
y privarnos así de una explicación de quiénes somos y cómo
forjamos la identidad colectiva? Por último, hay quienes dicen que un spanglish
neutral, compuesto de retazos provenientes de distintas fuentes geográficas
y sociales, es un mero artificio. Es decir, que la formación de un spanglish
standard en nada tiene que ver con "el lenguaje del hambre" que utiliza
la gente. De vuelta, estoy de acuerdo. No hay tarea intelectual que no sea, de
alguna manera, una invención. Al abstraer una palabra de su ambiente natural,
al disecarla en el laboratorio, tergiversamos el orden de las cosas. Pero, ¿no
es eso lo que hacen la ciencia, la historia y el arte: distanciarnos de lo que
es inmediatamente humano? Gracias a ellas es que procesamos conocimiento y somos
capaces de la experiencia estética.
Al principio me dolía recibir ataques pero confieso
que hoy me interesan tales negligencias. El spanglish como monstruo… ¿qué
mejor invitación a su estudio?
Ilán Stavans tiene la cátedra
Lewis-Sebring en Amherst College.
|