Al
comenzar el nuevo milenio la constancia estadística nos da probadas razones de
que el español como segunda lengua está en alza. También sabemos que aún quedan
por definir y establecer normas que faciliten el conocimiento del español, que
afiancen su uso tanto en la comunidad hispanohablante como en otros ámbitos sociolingüísticos.
El fomento de la lectura y el aumento del porcentaje de la cuota de mercado
de las películas en español (el porcentaje de cuota de mercado este año es del
10% en España) son empeños que hay que resolver de inmediato tomando medidas adecuadas
y prácticas. La utilización de manera efectiva de las televisiones públicas
para difundir el español, lengua y cultura, es otra necesidad prioritaria que
no se debe descuidar. En definitiva, las medidas concernientes a la producción
y difusión de nuestra lengua y cultura, y las industrias que las fundamentan son
demasiado importantes como para dejarlas únicamente a expensas de la iniciativa
privada. Queremos acabar el milenio con el llamamiento que Pedro Salinas hizo
desde Puerto Rico, 1944, en su discurso Aprecio y Defensa del Lenguaje:
"[...] un llamamiento a todos para que dediquen a su lengua el amor que
se merece, para que vigilen su estado, sus pasos; para que la cuiden tal como
nos la cuidaron los que desde siglos atrás vienen trasmitiéndonosla. Nos entendemos
y sentimos en común, hoy, porque muchas generaciones de nuestros antepasados fueron
entregándose una a otra ese instrumento prodigioso de vivir, en lenta sucesión
de perfecciones, de modo que ha llegado hasta nosotros más apto que nunca para
expresar lo humano. ¿Tiene derecho ninguna generación a descuidar o abandonar
esta santa misión transmisora de su lengua, por flojedad o por inconsciencia?
¿Puede una generación aceptar la cínica postura de legar a sus hijos menos patrimonio
espiritual que el que recibió de sus padres? No. Deber de todo grupo histórico,
de toda generación, es la transmisión enriquecida de su herencia. Consume de lo
heredado, de ello vive en gran parte, pero su deber es crear, a su vez, acrecer,
enriquecer, de manera que a la hora de las cuentas finales el haber común sea
más alto. Tan sólo así la humanidad se siente realizada en plena dignidad de su
cometido. Este lenguaje que hablamos, nuestro es por unos años, recibido lo tenemos
de los hombres de ayer, en él están, apreciables, todos los esfuerzos que ellos
pusieron en mejorarlo. Pues bien, este es mi llamamiento: que cuando nosotros
se lo pasemos a nuestros hijos, a las generaciones venideras, no sintamos la vergüenza
de que nuestras almas entreguen a las suyas un lenguaje empobrecido, afeado o
arruinado. Este es el honor lingüístico de una generación humana, y a él apelo
en estas mis últimas palabras."
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