Todo
lo humano para ser completo, para conocerse y darse a conocer, debe poseer su
lengua. Hablar y comprender se hermanan. Ahondando más, [Pedro] Salinas señala
el papel del lenguaje en modelarnos, en formarnos, lo cual nos dice “la enorme
responsabilidad de una sociedad humana que deja al individuo en estado de incultura
lingüística”.
Aquí Salinas se torna acusador. El Estado, la sociedad no han
visto la gravedad del problema, ¿o no han querido verla, sabedores de que un pueblo
en posesión de su lengua es menos fácil de manipular? Es posible que fuerzas diabólicas
operen en esa dirección, soterradamente, substraídas a la conciencia.
Conforme a lo que expresa Salinas, podría hablarse de un derecho
que no figura en ninguna ley, el derecho al lenguaje, el derecho de cada hombre
a recibirlo de la sociedad, y no como gracia; ella debe garantizarlo a
sabiendas de que así también se afianza como tal. Habría pues que incluirlo en
el ya bastante extenso catálogo de los derechos negados, aunque toda una retórica
sobre la cultura nos hiera los oídos. Si bien descreo que haya mentes dedicadas
a escamotear deliberadamente ese derecho, pues tendrían que ser tortuosas en demasía,
siento que en el mundo trabajan corrientes muy oscuras que minan los cimientos
sobre los cuales se ha construido la cultura a través de los siglos.
Salinas deja vibrando en el aire su dardo y vuelve al enfoque
individual: “¿No nos causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano,
por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse,
ante nosotros, avanza a trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad,
y sólo entrega al final una deforme semejanza de lo que hubiera querido decirnos?
Esa persona sufre como una rebaja de su dignidad humana. No nos hiere su deficiencia
por vanas razones de bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza técnica,
no. Nos duele mucho más adentro, nos duele en lo humano; porque ese hombre denota
con sus tanteos, sus empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia
de la lengua, que no llega a ser completamente, que no sabemos nosotros encontrarlo.
Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos
de la expresión”.
Con la decadencia de la lengua, al decir de Salinas, viene la
decadencia espiritual de un pueblo, pues sólo mediante la lengua cobra vida, se
trasfunde a él su historia, su tradición, su destino.
Rafael Cadenas En torno al lenguaje
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