ENTREVISTA A CELESTE EDICIONES
Jesús Miranda Rayo (Madrid, 1956).
Comienza su trayectoria en el mundo del libro en 1985 cuando se hizo cargo
del departamento de exportación de Hermann Blume Ediciones, actividad que desarrolló
hasta 1990. Ese mismo año participó en la creación de Celeste Ediciones, en la
que ha desarrollado diversas actividades, dirigiendo siempre el Departamento de
Comercio Exterior.
Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971).
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ha sido profesor
de lengua y literatura española en distintos Institutos de Enseñanza Secundaria.
Actualmente vive en Madrid como editor literario de Celeste Ediciones.
Tiene publicados tres libros de poemas y algunos relatos. Ha colaborado con
numerosas revistas y actividades literarias.
1.Como responsable de Celeste Ediciones en la Feria del Libro de Guadalajara,
¿podría hacer un balance general de la feria? ¿Se han cumplido las previsiones?
Jesús Miranda: Esta Feria ha ido configurándose desde su creación como
el mayor encuentro en torno al mundo del libro en castellano. En ella convergen
las actividades comerciales de libreros, distribuidores y editores; el contacto
entre ellos y de ellos con los lectores; y un sin fin de mesas redondas, presentaciones
de libros, premios e, incluso, conciertos. Desde el punto de vista comercial,
la organización de la Feria ha sabido unir las tradicionales relaciones de México
y España con el resto de la América hispana y, además, ha facilitado también la
participación de los bibliotecarios de los Estados Unidos, a través de su organización
ABA.. Esto permite conocer a numerosos profesionales, compradores o prescriptores,
que no visitan otros países. Es una manera de evitar esta frecuente paradoja:
que muchos libros españoles, comprados a través de importadores mexicanos, lleguen
a EE UU a precios más elevados a causa del desconocimiento que profesionales de
este país tienen de nuestras edición
2. ¿Ha visto usted avances en la implantación de Celeste en Hispanoamérica?
¿Cuáles son los ámbitos de su actuación exterior en edición y distribución?
JM: Ha habido avances claros en nuestra implantación en América por
diversas causas. Nuestro catálogo ha seguido ofreciendo obras que suman a la calidad
de los contenidos el cuidado en su diseño y producción. Por otra parte, Celeste
está haciendo en América un esfuerzo para distribuir fondos editoriales españoles
que, aunque se encuentran entre los de mayor prestigio en nuestro país, no habían
encontrado hasta ahora los cauces apropiados para enfrentarse al enorme reto de
su presencia en el exterior. Estamos hablando de Hiperión, Valdemar,
Pretextos, Huerga y Fierro, Alta fulla, DVD,
etc. Además hemos llegado a acuerdos con grandes editoriales que nos permiten
poner a disposición de nuestros clientes en América, los libros de Plaza y
Janés, Anagrama, Siruela y Castalia, por ejemplo.
3.¿En qué medida debe contribuir el libro español a cambiar la apreciación
de lo español en América? ¿En su opinión, ha cambiado, a peor o a mejor, la imagen
de España en esos países hermanos?
Ernesto Pérez Zúñiga: Debería hablarse más del libro en español. El
privilegio de un idioma común para las culturas, muy diferenciadas e muchos casos,
que acogen los nombres de los países de América y el mismo nombre de España, debería
facilitar el conocimiento de lo español en América y de lo americano en España.
Ese aprecio del que habla sólo puede venir, si no es trivial, de una lectura frecuente
de los libros que se editan en todos los países de lengua hispana. En nuestras
librerías son contados los libros americanos. Por otra parte, ¿cuántos lectores,
que merezcan llamarse así, hay en España? Y peor aún: ¿quiénes son los lectores
de la América partida en pudientes minoritarios y una mayoría de necesitados?
Me parece que son casi los mismos los que pueden comprar un libro español –por
cierto, bastante más caro que aquí- en una librería mexicana que aquellos que
pueden permitirse un viaje a nuestro país. Casi exclusivamente para esos pocos,
a través de nuestros libros, ha podido cambiar la apreciación de lo español, en
una tensión entre una puesta al día sobre la realidad actual española y unos prejuicios
más bien fundados en un tiempo perdido. Y, por supuesto, también la apreciación
de lo que se escribe en la mayoría de los idiomas del mundo. Pues son muchas las
traducciones de libros fundamentales que se hacen actualmente en España y después
se exportan a América.
JM: Hay otro fenómeno relacionado con este asunto. La mejora económica
de España, unida a la crisis de los dos últimos años en muchos países de Latinoamérica,
ha facilitado que grupos empresariales españoles tengan una gran presencia en
los mercados de referencia, en muchos casos comprando otras empresas nacionales.
En algunos casos, y no siempre los intelectuales latinoamericanos son ajenos a
ello, se habla de un neocolonialismo español. Creo que el mundo del libro ha de
ser consciente y cuidadoso con este hecho.
4. La lengua española está en plena expansión en el mundo, en países
como EEUU, Brasil o Japón. ¿Cómo se presentan para Celeste Ediciones estos mercados
emergentes?
JM: En los últimos años y con la apertura de nuestras colecciones de
literatura, donde hemos fomentado mucho las obras de nuestros clásicos, nuestra
posición ha mejorado notablemente. También como distribuidores de fondos editoriales
de muy alta calidad literaria, el mayor reto ha sido que se conozcan en América
precisamente por su calidad y el reconocimiento que tienen en España. Son libros
necesarios allí donde lo español se está implantando con rapidez.
EPZ: Afortunadamente la onda expansiva de lo español rebota en esos
países y vuelve a nosotros cargada de sonidos ajenos. Por ejemplo, gracias a la
colaboración la Biblioteca Nacional do Brasil, hemos podido publicar obras como
El niño del ingenio de azúcar, de José Lins do Rego, fundamental en la
literatura brasileña y desconocida hasta hoy en España. También con una universidad
estadounidense tenemos ahora un proyecto de coedición para traducir al español
poesía contemporánea de Estados Unidos.
5. En términos generales, se ha dicho que la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara ha sido un éxito para nuestro país. Sin embargo, este éxiito
ha sido empañado por una polémica que enfrentó a algunos autores –Fernando Sánchez
Dragó, Juan Manuel de Prada, etc.- con la política cultural del gobierno y las
subvenciones. ¿Cuál es su opinión sobre este asunto?
JM: Ésa es una polémica española. A pesar de los que la promovieron,
no tuvo la menor repercusión en la Feria.
EPZ: Es cierto. La Feria de Guadalajara es un monstruo cultural que
engulle rápidamente lo insignificante. La sonada polémica no se oyó. Los feriantes
–si se me permite la expresión- estaban escuchando entonces en un salón de actos
al poeta Gonzalo Rojas, por ejemplo. Los prensa mexicana estaba atenta sobre todo
a la presentación de nuevos proyectos literarios. Cada uno estaba en su afán y
no le tenía ganas a las consabidas luchas por el poder. Éstas nuevas ni siquiera
tienen gracia. Transpiran más mezquindad que la chispa del arte. Es significativo
que todavía podamos gozarnos literariamente con las disputas entre Góngora y Quevedo
–la misma disputa siempre- después de casi cuatrocientos años y las nuestras,
pasados cuatro días, aburran tanto.
6. La iniciativa editorial Ultramarinos propone una ambiciosa
y sugestiva colaboración con editoriales hispanoamericanas, ¿podría explicar en
qué consisten exactamente?
EPZ: Ultramarinos es una colección de narrativa iberoamericana
contemporánea coeditada entre editoriales de varios países. Aparte de Celeste
Ediciones por parte de España, hasta ahora han participado la Editorial Cuarto
Propio, de Chile, y Trilce Ediciones, de México. Aunque para los próximos títulos
se van a sumar una editorial de Puerto Rico y otra argentina. Otras editoriales
independientes de países como Colombia, Venezuela y Perú ya han mostrado interés
por este proyecto cuyo principal objetivo es editar libros ocultos de gran calidad
y difundirlos en España y América. Libros ocultos en el siguiente sentido: pertenecen
a autores que, teniendo una importancia literaria en sus países de origen, son
desconocidos en el resto del ámbito hispánico. Por la sencilla razón de que las
editoriales que les publican, en ocasiones, no tienen una estructura comercial
importante para saltar ríos y montañas, y, en otras, porque no les interesa, como
es el caso de las filiales americanas de algunas marcas conocidas. Los dos primeros
autores de la colección, el chileno Pablo Azócar y el venezolano Ednodio Quintero,
son un buen ejemplo de esta situación: escritores fundamentales de su generación,
muy premiados por los lectores y la crítica en sus respectivos países, eran casi
desconocidos más allá de sus fronteras. Esperemos que a partir de ahora lo sean
menos. Ellos protagonizaron la presentación de Ultramarinos en Guadalajara
y la acogida que les hizo la prensa y la crítica fueron excelentes. Por cierto,
hay un fuerte contraste entre el entusiasmo americano y la tibieza española en
el recibimiento de proyectos como éste. Podría ser un asunto de reflexión para
los agentes culturales de nuestro país. Con Ultramarinos esperamos que
muchas editoriales americanas unan sus fuerzas a las nuestras para que los libros
que publicamos tengan una presencia evidente en cada país. Su funcionamiento es
el siguiente: una vez elegidos los títulos por un comité formado por un representante
de cada editorial, se hace una tirada general de los interiores del libro. La
cubierta es la misma para todos, con la particularidad de que, junto al sello
de Ultramarinos, se imprime el nombre de cada editorial para la parte de tirada
que le corresponde. Sin embargo, todas las editoriales participantes figuran en
las página de créditos. Las zonas de distribución son las naturales de cada editor.
Salvo excepciones, Celeste se encarga de la comercialización en aquellos países
que no tienen una editorial “ultramarina”.
7.¿Es satisfactoria a su juicio la actual política cultural del Gobierno?
¿Qué medidas de promoción cultural exterior deberían adoptarse, por parte de las
instituciones públicas?
EPZ: Las acciones del Ministerio de Cultura en este sentido son insuficientes,
pues lo son los resultados. La labor de los Institutos Cervantes podría estar
mucho más coordinada con los editores. ¿Qué libros españoles son necesarios en
determinados países? ¿Qué títulos se demandan? Cosas así. Pero esto no solucionaría
el problema real de la mayoría de los americanos (y españoles): a unos no les
gusta leer, otros no pueden. Sería necesario un Ministerio de la Lectura, constantemente
preocupado por crear los medios adecuados para que ésta sea posible. Igual que
un Ministerio de Trabajo intenta favorecer las condiciones para que exista empleo
para todos, más o menos precario. Educación a través de la lectura imprescindible:
los alumnos de hoy son unos iletrados; incluso algunos profesores lo son. Creación
de bibliotecas atractivas. Creación de becas al lector, para todo hijo de vecino
con determinada penuria económica. Utilización de la publicidad de la sociedad
de consumo para meter los libros por los ojos. Los libros de Cervantes, aparte
de los de Gala, claro. Me encantaría que al final de un rebuscado e impactante
anuncio apareciera, en lugar del último modelo automovilístico, la portada de,
por ejemplo, Rabos de lagartija, “para que usted no se tire por un barranco”.
8. Ud compagina la actividad editorial con su propia carrera como escritor.
Desde ambas perspectivas la reforma de las Humanidades va a incidir en los años
venideros: ¿qué opinión le merece toda esta polémica?
EPZ: Esta reforma se queda muy corta. Sería necesaria una transformación
radical del sistema educativo que afectara, por supuesto, a las universidades.
La educación, a mi parecer, debe partir de una premisa similar a esta: la calidad
profunda del conocimiento sobre nuestra cultura –todos los lenguajes: desde códigos
escritos, incluido el latín, a códigos de comportamiento, incluido el latino-
es fundamental en la mejora del individuo y, por tanto, de la sociedad a la que
pertenece. Ahora, sin embargo, la educación está enfocada a la plena inserción
del individuo en una sociedad mediocre: los conocimientos imprescindibles para
encontrar un trabajo; los comportamientos imprescindibles para no resultar peligroso.
Sin embargo, se le da el nombre de reforma a lo que no es más que aumentar el
horario de una asignaturas. Lamento que lo hayan hecho a costa de horas de Música
y de Educación Plástica. Es como sustituir en el altar a un santo por otro. Pero
aplaudo que hayan engordado las horas de Lengua y Literatura. En la práctica ocurre
que las clases acaban siendo un repertorio superficial sobre la lengua y sobre
la literatura. Además, los profesores, según sus propios intereses, dan más importancia
a uno de los dos temas de estudio. En fin, más que reforma es una reformilla.
Y, según lo que designan hoy las “humanidades”, mejor deberían llamarse “humanoidades”.
La reformilla de las humanoidades.
9. Para terminar, ¿podría adelantarnos alguna otra novedad de Celeste?
¿Algún proyecto personal?
En cuanto a Celeste, estoy especialmente ilusionado con la traducción al español
de clásicos muy poco conocidos de la literatura universal: desde una epopeya de
caballerías, escrita en latín en el siglo XI, a una novela de un longevo francés,
todavía vivo.
Pero también tenemos un proyecto que es una revista: El Correo Celeste.
Creada con un consejo de redacción en Madrid (Luis Alberto de Cuenca, Pepe
Esteban, Luis García Montero, Ramón Mayrata y Luis Mateo Díez) y un corresponsal
en cada país de América, pretende ser un vehículo de la literatura iberoamericana,
con secciones dedicadas a la crítica, a la creación, a las maneras de difusión
de la literatura en España y América, y a la opinión de los lectores y autores
iberoamericanos. Las colaboraciones estarán a cargo fundamentalmente de críticos
y escritores de España y América. El Correo Celeste aparecerá semestralmente
con unas 200 páginas y se distribuirá en nuestro país y en el continente americano.
En cuanto a mí, casi todos mis proyectos son libros: ahora ando enzarzado
en una larga novela y estoy a punto de acabar de pulir un libro de versos, si
eso es algo que se puede terminar alguna vez.
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