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EL PAÍS, viernes 29 de septiembre de 2000
Los filósofos afirman que el pensamiento español se crea en las novelas
Savater: “Lo importante no es el idioma en que se
hable, sino que nadie eche rugidos”
TOMÁS DELCLÓS, Göttingen, Enviado especial
Ningún filósofo español ha creado un gran sistema
como pudo hacerlo Kant, pero se pueden rastrear iluminaciones esplendorosas en
la literatura, empezando por Cervantes, o en la filosofía que se publica en los
periódicos, fuera de los gabinetes académicos. En este punto concidieron, con
matices, los ponentes de la segunda sesión del coloquio El futuro habla español,
que organiza el pabellón español de la feria de Hannover y se celebra en Göttingen.
Fernando Rodríguez Lafuente, director del Instituto Cervantes, abrió el debate
El español como lengua de pensamiento recordando la cruel pregunta de un
ilustrado francés: ¿Qué les debemos a los españoles?
No menos contundente era Heidegger cuando sostenía que no es posible hacer
pensamiento en español, convencido de que sólo el griego y el alemán son aptos
para la filosofía, cuyas construcciones no admiten ni tan siquiera la traducción.
Una opinión que parecía respaldar Zubiri.
El ensayista Ignacio Sotelo contó su visita al filósofo para preguntarle, cuando
tenía 18 años, qué debía hacer para ser filósofo. “Estudie griego y alemán y mientras
tanto lea alguna historia de la filosofía”, le recetó sin más comentarios. Sotelo
también está convencido de que un filósofo en sentido estricto no necesita leer
español: “El español no es una lengua en que haya cuajado la filosofía”. Dicho
esto, suministró el matiz: “Pero el pensamiento no se agota en la filosofía académica,
se puede encontrar, y en España así sucede, en la literatura, en el ensayo y en
los periódicos”.
En los diarios, la filosofía, prosiguió, se democratiza en forma y contenidos.
La cátedra invita al sistema y algunos trazos del pensamiento contemporáneo (arraigo
en lo cotidiano, índole fragmentaria) resultan incomprensibles “si no tomamos
en consideración lo que se escribe en los periódicos”. Las citas a Ortega, Unamuno
y D’Ors le sirvieron a Sotelo para avalar esta tesis. Fernando Savater añadió
otro nombre, el del periodista y pensador del XIX Mariano José de Larra.
Savater también viajó a su pasado personal para explicar que, cuando empezaba
a acudir a foros en el extranjero, se topaba con que mientras los demás podían
abordar cualquier tema, él, como español, tenía que hacer de español y hablar
de temas españoles. Para ilustrarle sobre la idea que había de lo que se esperaba
de un filósofo español, un colega extranjero le plantó una pregunta feroz: ¿Irías
a ver a un torero alemán? Savater considera que ya se ha roto con este lastre.
¿Lenguas privilegiadas?
Tras tributar un homenaje a las editoriales que, durante el franquismo y desde
Latinoamérica, suministraron a los españoles textos que no habrían podido conocerse
de otra manera en un país invadido por su propio Ejército, pero que no había podido
invadir su propia lengua, Savater retomó el tema de si hay lenguas privilegiadas
para la filosofía para negarlo. Y si, como explicó Sotelo, los españoles del XIX
ignoraron a Kant no fue porque el español sea un idioma que se resista a Kant.
“Quienes se resistieron a Kant fueron los españoles, no su idioma”.
Para Savater lo importante no es si el futuro hablará español. “No me importa
en qué idioma se hable. Lo importante es que los españoles se tengan algo que
decir, que se hablen y que nadie eche rugidos”. Este final despertó un aplauso
del auditorio, cuya intensidad fue mucho más allá de la cortesía. El profesor
José Luis Pardo coincidió con Savater en ni tan siquiera plantearse la pregunta
sobre la pertinencia del español para el pensamiento. “La potencia filosófica
del alemán del XVIII y XIX no es por las peculiaridades del idioma; es porque
había gente importante pensando en alemán. Los grandes pensadores acostumbran
a ser grandes creadores de sus propias lenguas”.
El escritor chileno Jorge Edwards coincidió en que la cultura en español ha
rehuido los grandes sistemas filosóficos, pero el “pensamiento se ha colado por
otras puertas”, y citó la gran tradición de la narrativa irónica como una fuente
de suministro de este pensamiento.
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