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EL PAÍS, miércoles 17 de octubre
de 2001
Latidos del universo lingüísticoEl Rey exhorta a utilizar
el idioma para potenciar la comunidad hispanohablante en el concierto de las naciones
MIGUEL MORA / JOSÉ ANDRÉS ROJO, Madrid
Valladolid se ha convertido en la capital de la lengua española.
El congreso, que reúne a más de 300 conferenciantes entre los que
hay de todas las procedencias: académicos, lingüistas, periodistas,
historiadores o empresarios—, tiene dos sedes fundamentales, el Teatro Calderón
(que acogió ayer las primeras sesiones) y el Palacio de Congresos Conde
Ansúrez, y podrá ser seguido a través de Internet (http://congresodelalengua.cervantes.es).
Actividades paralelas, como un ciclo de cine, otro de conciertos –por la tarde
abrió el fuego Llorenç Barber y media ciudad se echó a la
calle para escuchar sus campanas– o la inauguración de la escultura de
los Reyes obra de Antonio López y los hermanos López Hernández,
ampliarán la dimensión cultural del congreso, pero lo relevante,
en cualquier caso, es el flujo de información para profundizar en los desafíos
del español.
El escritor Camilo José Cela, encargado de abrir ayer la sesión
inaugural, estuvo, cuando menos, provocador. Cela realizó un llamamiento
a las autoridades y a la sociedad para defender el español, ya que, según
aseguró, "españoles e hispanoamericanos somos dueños
y usuarios de una de las cuatro lenguas del ya próximo futuro, junto al
inglés, el árabe y el chino". Bastante más sorprendente
fue su alerta contra los peligros de que "nuestros nietos tuvieran que llorar
por la pérdida del español en la península Ibérica",
lo que Cela achacó a la "desidia del Estado desde que la memoria existe"
y al "doloroso" abandono en que el poder ha dejado a una "lengua
poderosa y eficaz".
Caminando con dificultad, Cela subió al estrado y con voz alta y clara
denunció la dejadez de los pasados gobiernos españoles respecto
a la Real Academia Española, condenada, dijo, a una "inopia indigente".
Luego, lamentó la pérdida del español en "las Filipinas,
en el Sáhara y, ¡ay!, entre los hijos de los emigrantes españoles
a Europa"; advirtió de que el idioma pierde terreno en Guinea Ecuatorial
frente al francés, y criticó las "inexplicables vergüenzas"
que llevan a algunos a utilizar "castellano en vez de español, y latinoamericano
en vez de hispanoamericano".
Arma eficaz
Cela pidió también que "defendamos la libertad de las lenguas
y sus hablantes". "No usemos la lengua para la guerra y menos para la
guerra de las lenguas sino para la paz", y muy especialmente, añadió,
"para la paz entre las lenguas". "La lengua es la más eficaz
de las armas", aseguró Cela pero, además, "la más
rentable de todas las inversiones".
Más creativas y poéticas fueron las intervenciones de Miguel
León Portilla, director del Colegio de México, y de Mario Vargas
Llosa. Éste glosó la figura del Inca Garcilaso de la Vega, Gómez
Suárez de Figueroa, hijo de un conquistador español y de una princesa
inca, que hace cuatro siglos "tomó posesión del español,
la lengua del conquistador, y haciéndola suya la hizo de todos".
Según explicó el autor de Los cuadernos de Don Rigoberto, Gómez
Suárez de Figueroa llegó a España a los veinte años,
con los recuerdos sobre la colonización aún vivos en su memoria,
y terminó por instalarse en Montilla (Córdoba). Desde allí,
el Inca Garcilaso escribió desde 1570 numerosas obras de corte histórico,
libros impregnados de los recuerdos de sus mayores, aunque Vargas Llosa destacó
que "deben tanto a la ficción como a la realidad". "Su verdad,
antes que histórica, es estética y verbal", afirmó Vargas
Llosa, que añadió: "Es un gran prosista y su prosa rezuma poesía
a cada palabra". También destacó que "la nostalgia y el
sentimiento impregnan sus textos de ternura y delicadeza", y que "la
elegancia de su estilo" hay que buscarla "en su claridad y perfección
simétrica".
Garcilaso fue un atracador literario de consecuencias incalculables, dijo Vargas
Llosa. "Fue el primer mestizo en reivindicar su doble condición, y
su prosa fogosa lo convirtió en el primer escritor de su tiempo que hizo
del español una lengua de otros extremos, una lengua no sólo de
blancos, ortodoxos y cristianos, sino de extramuros, de negros, de ilegítimos
y de bastardos; una lengua que se dispersó por el mundo y nos unió".
Antes, Miguel León Portilla, historiador mexicano y uno de los más
importantes investigadores de la América precolombina, había realizado
una brillante defensa de la coexistencia del español con las lenguas nativas
amerindias. "Hay quien cree que la desaparición de estas lenguas es
inevitable, que la unidad es deseable. Nosotros creemos que su desaparición
empobrece la humanidad".
Con estas palabras, el también director de la Academia Mexicana de la
Historia hizo un llamamiento a las autoridades para mantener vivas las lenguas
aborígenes de América: "Los indígenas demandan respeto,
exigen que se reconozcan sus diferencias culturales".
El académico mexicano lanzó una pregunta al numeroso auditorio:
"¿La supervivencia de las lenguas amerindias constituye un peligro para el
español?". Portilla no esperó a que se le diese respuesta en
el transcurso del congreso. "Anhelo que los gobiernos hispanos y las academias
vuelvan su mirada a la situación precaria en que se encuentran esas lenguas",
dijo, y concluyó: "La diferencia cultural es fuente de creatividad".
Tanto el presidente argentino, Fernando de la Rúa, como el mexicano,
Vicente Fox, hicieron llamamientos a la concordia y hablaron de la lengua como
herramienta de humanismo y progreso. De la Rúa, que abandonó Valladolid
para afrontar la crisis política por el resultado de las elecciones en
su país, subrayó el potencial económico del español
y su singular papel en la consolidación de la democracia: "La lengua
favorece la cultura y el bienestar, la crítica y la autocrítica,
la belleza y la celebración de la vida amparada en la igualdad y la tolerancia,
la claridad y el diálogo frente a la exclusión, los prejuicios y
el sectarismo".
Fox destacó que la llegada del español a América enriqueció
la lengua "portentosamente", con "los usos peculiares, la extremada
cortesía, la fina sensibilidad y la maravillosa literatura" del otro
lado del Atlántico. Y señaló que los tiempos mandan "defender
la identidad sin poner barreras, porque el monolingüismo no es ya la condición
natural del hombre".
El rey Juan Carlos, que cerró el acto, resaltó la importancia
del español como "patrimonio común de más de cuatrocientos
millones de personas", y como "herramienta insustituible para potenciar
la comunidad hispanohablante en el concierto de las naciones". "Nuestro
idioma", afirmó, "es el instrumento que permite y facilita la
comunicación", lo que aproxima "a gentes y países, aprovechando
así las aportaciones de todos ellos en un proceso de enriquecimiento constante".
Pero además, destacó, "el idioma español es cada vez
más un elemento que fortalece nuestra posición en las relaciones
con el resto del mundo". [...]
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