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EL PAÍS, domingo 3 de febrero de 2002

Dos visiones de la globalización

¿Cuál es el estado actual del proceso de globalización, sus efectos positivos y negativos y sus posibles alternativas? El Foro Económico Mundial (la anual cumbre de Davos, este año reunida en Nueva York), que agrupa a la élite dirigente internacional, y el Foro Social Mundial, que reúne por segundo año consecutivo en la ciudad brasileña de Porto Alegre a líderes y militantes de movimientos que proponen un análisis crítico de la actual globalización, buscarán este fin de semana dar respuestas –desde presupuestos e intereses diversos– a esas y otras preguntas cruciales.

 

Davos en Nueva York

GUILLERMO DE LA DEHESA

Parece una contradicción en términos, un pueblecito aislado entre montañas trasladado a un gran hotel en medio de Manhattan, pero es la realidad de este año tan capicúa que comenzamos. Por primera vez, desde su existencia hace 21 años, existían dudas sobre si celebrar este año el Foro Económico Mundial en Davos, dados los problemas crecientes de seguridad y coste que esta reunión imponía a las autoridades del Ministerio del Interior suizo, especialmente en estos últimos años de grandes manifestaciones de los movimientos antiglobalización. Los ataques terroristas del 11 de septiembre hicieron mucho mas fácil la decisión. Se celebraría en Nueva York para demostrar la solidaridad del Foro con el pueblo de EE UU, y el lema fundamental de la reunión de este año mostraría el nuevo escenario que ha surgido tras dichos ataques: "Haciendo frente a la fragilidad: estrategias para recuperar el crecimiento y la cooperación globales".

Evidentemente, después de casi una década de auge sostenido, hemos pasado, como una exhalación, a un tiempo de incertidumbre e inseguridad, del que casi nadie parece poder escaparse. Esta nueva situación crea fuertes tensiones. Entre el imperativo de la lucha contra el terrorismo y la necesidad de proteger los derechos humanos, la privacidad y la libertad individual. Entre la urgente necesidad de incrementar la seguridad ciudadana y la importancia de no usarla para reducir o eliminar el imprescindible movimiento de personas, mercancías, servicios, capitales y tecnología de todos los países del mundo, que son las bases sobre las que se ha sustentado este periodo de mayor auge y bienestar. Entre la mayor dedicación a los problemas nacionales y la necesidad urgente de tomar una acción seria, por parte de los países ricos, para resolver los problemas de muchos países en desarrollo, cuyo futuro depende de que se termine de liberalizar el comercio agrícola y de manufacturas intensivas en mano de obra, de que se reduzcan las ingentes subvenciones agrícolas, de que reciban mayores volúmenes de inversión directa extranjera y de que se dediquen mayores porcentajes del PIB a la ayuda a la salud, a la educación y a la reducción de la pobreza en estos países. Entre la necesidad de volver a una senda de crecimiento rápido y dar urgente atención a los problemas del cambio climático, de las emisiones de CO2, de la bioética, de la deforestación, etcétera. Las mismas tensiones están experimentando las empresas, que tienen que compaginar su logro de beneficios para dar una rentabilidad suficiente a los accionistas, con dedicar cada vez mayores esfuerzos y recursos a hacer frente a su responsabilidad comunitaria y social, a su comportamiento ético, y a dar igualdad de oportunidades a la diversidad cultural, étnica y de género de sus empleados.

Éstos son algunos de los asuntos que discuten en NuevaYork los líderes empresariales, políticos, científicos, sociales, mediáticos y artísticos de muchos países del mundo. El éxito creciente de este Foro radica en que ha sido el primero que ha conseguido reunir a grandes empresarios, gobiernos, políticos, científicos, pensadores, artistas, representantes de los medios y, en general, de toda la sociedad civil –en un solo sitio y una vez al año– para discutir cómo hacer frente a los retos que enfrenta el mundo. Se le puede tachar, sin duda, de elitista, ya que son unas mil grandes empresas las que son miembros y las que lo financian, y el resto de los que acuden lo hacen por invitación; pero, aparte de que, lógicamente, intenta contar con las mejores cabezas en cada tema, como en cualquier conferencia o simposio, tiene que haber unos patrocinadores que permitan financiar los costes fijos y la presencia del resto de los invitados (salvo que sean ejecutivos de empresas o políticos), que son los que aportan su experiencia, sus conocimientos y sus diferentes puntos de vista. Por otro lado, la reunión tiene que tener un aforo limitado, que ya se ha excedido con creces, para que pueda dar lugar a un verdadero debate. Finalmente, el Foro permite tener contactos y fácil acceso a una serie de personas, en un solo lugar, que costaría mucho tiempo y dinero poder contactar en sus países de origen, lo que lo hace mucho más eficiente y atractivo.

El hecho es que cada año tiene una mayor demanda por parte de nuevos miembros e invitados, porque los temas que se suscitan en los debates son más candentes y globales, y las personas a las que se invita son más diversas y con puntos de vista más dispares y los debates son más interesantes. Es decir, se va notando una mayor apertura a tener en cuenta las opiniones de otras personas y movimientos que pueden tener intereses muy diferentes e ideas muy dispares sobre cómo hacer frente a los problemas mundiales y cómo lograr, en definitiva, un mundo mejor para todos.

Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research.

 

Porto Alegre y sus propuestas

JOSÉ MARÍA VERA

Como hace un año, el Foro Social Mundial tiene lugar al mismo tiempo que el Foro Económico de Davos, que aglutina al poder financiero mundial y que este año, de forma altamente simbólica, se reúne en Nueva York. Es indudable que los poderes a los que les interesa desprestigiar cualquier crítica al sistema apuntarán a identificar el Foro de Nueva York con la defensa de los valores que nos dan seguridad y progreso, y al Foro de Porto Alegre, con una amalgama difusa de lunáticos en el mejor de los casos y de peligrosos cómplices ideológicos de los grupos violentos en el peor. Revertir esta tendencia a criminalizar cualquier crítica, aunque ésta haga antes condena expresa de toda forma de violencia, es uno de los retos de este Foro.

Una característica evidente del Foro Social es la diversidad. En Porto Alegre se puede decir que nos encontramos buena parte del llamado movimiento global por la justicia social, compuesto por organizaciones de varios tipos, desde movimientos emergentes radicales a confederaciones de sindicatos, ONG de diverso tamaño y alcance, organizaciones religiosas, de mujeres, de indígenas, de consumidores, de productores y de pequeños empresarios. También hay diversidad en las posiciones, aunque a partir de la coincidencia en buena parte del análisis –pobreza intolerable, desigualdad creciente, dictadura del mercado global regulado poco y en beneficio del poder...– y en la búsqueda de otra globalización basada en los derechos fundamentales de todo ser humano. Posiciones que van de la transformación concreta de lo existente a la opción por un sistema diferente, de los que F. Houtard –uno de los pensadores más significativos de este movimiento– califica de neokeynesianos a los poscapitalistas.

Y diversidad, por último, de estrategias entre las organizaciones que optan por el activismo y la calle como camino central a aquellas que apuntan alternativas y propuestas fraguadas, entre las que se cierran a cualquier diálogo con las instituciones multilaterales, los gobiernos poderosos y las grandes corporaciones y las que creen, creemos, que el diálogo es importante y puede catalizar cambios si se está dispuesto a mantener posiciones y a no cejar en la presión social. Diversidad, en resumen, que supone discusión y dificultad para armar propuestas asumidas por todos, pero que trae consigo una gran riqueza de puntos de vista válidos, de culturas y experiencias vitales y organizativas que animan la reflexión.

Una primera falsedad a desmontar es que éste es un movimiento de personas que habitan en los países ricos y que no recoge, por lo tanto, el sentir propio de las poblaciones que viven empobrecidas en África, Asia o América Latina. Si nos ceñimos a las últimas manifestaciones ante reuniones internacionales, esta afirmación puede acercarse a la realidad, debido en buena medida a que se celebran en ciudades de países desarrollados. Pero el movimiento por la justicia global es más que esto y vincula en docenas de redes a miles de organizaciones regionales y locales de países empobrecidos, muchas de las cuales trabajan a pie de terreno, codo con codo con la población excluida, en programas de desarrollo, de capacitación o de movilización. Es precisamente esa cercanía con la pobreza y la injusticia uno de los principales motores del movimiento, la fuente de pasión, más que la ideología de libro o el pensamiento abstracto.

La segunda falsedad es la acusación que se le hace al movimiento de que su protesta no viene acompañada de una reflexión seria ni de alternativas. Es un hecho que en los últimos años se ha desarrollado una capacidad notable de análisis y de generar propuestas de cambio. No olvidemos que las movilizaciones más visibles ante las reuniones del G-7 o de la OMC han ocurrido al tiempo de campañas temáticas como la de la deuda externa o la del acceso a medicamentos esenciales, en las que señalar los cambios necesarios ha sido tan importante como presionar a los que no se quieren mover. De hecho, el propósito central de este segundo Foro Social Mundial es armar alternativas alrededor de cuatro ejes en los que se tratan varios temas. Se pretende poner sobre la mesa propuestas concretas sobre cuestiones como los cambios necesarios en el comercio internacional para hacerlo equitativo, la soberanía alimentaria como alternativa al hambre, los derechos laborales, el acceso al agua y a la tierra o la necesidad de ir más allá en la cancelación de la deuda externa, de forma que no exprima los escasos recursos que los países deben destinar a la lucha contra la pobreza.

Además de las propuestas, por encima de todo, este evento promueve esperanzas. No tanto, o no sólo, el Foro de Porto Alegre en sí como la constatación de que, aún en estos momentos difíciles, hay miles de personas que conjugan el compromiso efectivo con la justicia con la dedicación de sus mejores energías a la búsqueda de alternativas y cambios, que lleven a un mundo en el que lo primero en globalizarse sean los derechos.

José María Vera es director del Departamento de Estudios de Intermón Oxfam y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial.

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